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La Isla del Tesoro – Robert L. Stevenson

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La isla del tesoro cuenta la historia de Jim Hawkins, el joven hijo del dueño de la posada Almirante Benbow, cuya vida en la monótona bahía del Cerro Negro cambiará con la llegada de un anciano rodeado de un halo de misterio. Después de varios días en la posada y bajo los efectos del ron, el moribundo anciano le confiesa que años atrás formó parte de la tripulación del Capitán Flint, un afamado pirata, y que en sus aposentos se encuentra un baúl con un contenido codiciado por muchos de sus antiguos camaradas y otros corsarios.

Tras la repentina muerte del viejo bucanero, Jim se dirige a la habitación de este para ver qué contiene el baúl. Lo que encontrará será un viejo mapa de una isla remota, entre otros efectos personales cuyo valor desconoce. Jim, que derrocha ingenio y coraje, se propone descubrir qué es lo que hay en la isla… y el resto es historia.

El ritmo de esta historia es tan dinámico como las peripecias de Jim. Acompañado por el Doctor Livesey y el Señor Trelawney, se embarcará en un viaje lleno de aventuras en el que se cruzará con el afamado bucanero John Silver «el largo», antiguo miembro de la tripulación del Capitán Flint, y el resto de bucaneros que contratarán para conducir a La Española hasta la isla misteriosa. Con John Silver, Stevenson influyó en la imagen que actualmente tenemos del pirata lisiado, hosco y con un loro al hombro.

La isla del tesoro fue escrita por Stevenson con el único fin de entretener a su hijastro, Lloyd Osbourne, un amante de las historias de bucaneros. Más tarde la publicaría por entregas, algo muy común durante el siglo XIX, en la revista Young Folks, con un pseudónimo de lo más apropiado para la ocasión: Capitán George North.

Con esta novela, R. L. Stevenson sentó las bases de las historias de aventuras. Con el paso de los años se ha convertido en un clásico para jóvenes y adultos, pero sobre todo para los amantes de las historias intrépidas y absorbentes como es esta.

Así que si todavía no te has sumergido en las páginas de esta magnífica novela, ¿a qué esperas, grumete?